El experimento del
muñeco Bobo
Bandura es un psicólogo ucraniano-canadiense de tendencia
conductual, profesor de la Universidad Stanford, y uno de los psicólogos más
famosos y citados de todos los tiempos. Su trabajo se ha centrado en el
aprendizaje social, la teoría social-cognitiva y la psicología de la
personalidad. Es además creador de la categoría de autoeficacia.
Pero quizá por lo que es más conocido es por este
experimento sobre la violencia y la manera en la que los niños la aprenden: el
experimento del muñeco Bobo.
Bandura quería demostrar sus teorías sobre la adquisición de
conductas sociales como la violencia o la agresividad. Proponía que los
patrones agresivos se producen desde y en la infancia por la imitación que los
niños hacen de lo que sus modelos realizan (sus padres, hermanos, compañeros,
maestros o en los medios de comunicación).
Utilizó para su experimento al muñeco Bobo, un muñeco
relleno de aire pero que recupera la posición vertical al ser golpeado. Bobo
tiene la cara de un payaso.
Tomó un grupo de niños en edad preescolar y los dividió en
tres subgrupos. El primero vió como un adulto golpeaba al muñeco, el segundo al
adulto sin agredir al muñeco y jugando con otras cosas y el tercero no vio
nada, sirviendo de grupo de control.
Las hipótesis de
Bandura
Bandura planteó sus hipótesis: los niños que hubieran visto
las agresiones atacarían al muñeco, los que vieron juegos pacíficos no le
atacarían, e incluso serían más pacíficos que el grupo de control (en esto no
acertó, ambos grupos fueron igualmente pacíficos). También pensó que los
varones serían más violentos y que el sexo del adulto influiría en que fueran
los niños de su mismo sexo los que copiasen su conducta.
Resultado: los niños
aprenden la violencia de los adultos
Acertó en casi todo. Los que habían visto el modelo agresivo
lo imitaron, tanto verbal como físicamente, siendo las agresiones verbales las
que más posibilidades tenían de ser copiadas. Es decir, si usamos insultos y
vejaciones verbales los niños van a actuar de ese modo con otros. También, si
los exponemos a la violencia ellos la van a copiar y reproducir.
Fue también evidente que los niños copiaban a los adultos de
su mismo sexo en mayor proporción y que, en general, las conductas agresivas y
violentas eran más comunes en los varones.
Los niños aprenden la
violencia por imitación
Hay que destacar que estos comportamientos se produjeron por
imitación, no había premios ni castigos, tan gratos al conductismo, que
modificaran la conducta de los niños. Los niños, sencillamente, aprendieron de
los modelos adultos los comportamientos “adecuados”.
No es necesario usar técnicas conductistas en la crianza y
la educación de los niños (aunque sirvan para manipularlos) si los adultos son
modelos buenos, y no enseñan a los niños violencia ni permiten que sean
expuestos a ella. Podemos matizar que los niños muy pequeños pueden no saber
canalizar o expresar sus emociones negativas, pero ahí está el adulto para
educar de verdad con ejemplo y empatía, a la vez que cuida mucho de averiguar
si el niño recibe modelos violentos del entorno.
Igualmente, hay que señalar, que en los niños no solo
influyen sus padres, aunque sea el entorno familiar el más importante. El
chantaje emocional es otra forma de violencia que los niños experimentan y que
no debemos olvidar tampoco.
También, si creemos que nuestros hijos merecen no aprender a
ser violentos, debemos exigirnos poner los medios para que nuestros hijos no
aprendan violencia de la televisión, otros niños con comportamiento agresivos,
la escuela, los maestros o miembros de la familia extensa que pueden seguir
recurriendo a humillaciones, gritos, insultos, chantajes o azotes para criar o
educar.
Demostrado: la
violencia se aprende
El experimento del muñeco Bobo de Ba
ndura demuestra que los
niños aprenden a ser violentos de los adultos y de su entorno. Si no exponemos
a los niños a la violencia, no somos agresivos verbal, emocional o físicamente
con ellos, los niños no van a ser agresivos.
La responsabilidad del mal comportamiento es nuestra y es
evidente que las conductas de los padres en el ambiente familiar o el entorno
social y escolar van a reflejarse en la conducta de los niños.
Además, sabemos que la violencia afecta al cerebro de los
niños, que pegarles les puede causar trastornos mentales y que los vuelve
agresivos.
Los adultos y el entorno hacen a los niños violentos.
Cambien a los adultos, no castiguen a los niños con técnicas conductistas. Lo
que los niños necesitan es ser respetado y vivir en un ambiente pacífico, no
que les hagan más daño por algo que los adultos les han enseñado a hacer.